¿Nos queda o no la palabra?
La palabra se nos ofrece a los poetas como lo primigenio, quizás como lo que nos salve. Sin embargo, puede que ni siquiera sea así. Leamos a Blas de Otero y Ferrán Anell, ambos españoles, pero el último más cercano a estos tiempos; ambos preguntándose sobre lo mismo...
En el principio
Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en el silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
Blas de Otero
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¿Nos queda la palabra?
Fue en un principio el verbo. Desde entonces
toda cuestión primera se reduce
a cuestión de palabra.
La traición a los términos se paga
con el justo pavor de los finales.
Si un poeta ha faltado a su palabra
¿qué debemos hacer, don Corleone?
Ferrán Anell