miércoles, 4 de mayo de 2011

Tomasa Ochoa Cordero nos dejó sin sus querellas

Poeta y artista plástica de Montalbán
A los 96 años, “Tomasita” retomó el camino de los ángeles, con su pueblo amado, sus muñecas y sus perros
Carmen Isabel Maracara

Tomasa Ochoa Cordero falleció el pasado 26 de enero de 2011, a los 96 años. Señora de la sencillez, del verso y la palabra amables, ternura que se extendía a todo ser que tocaban sus manos: el trozo de papel para escribir sus textos, la bolsa que una vez contuvo pan y que ella, con parsimonioso cuidado extendía y volvía a doblar para ser usada de nuevo alguna vez, las muñecas maltratadas que le regalaba la lluvia en las acequias y que ella hacía todo por recomponer, los perros sin amo que recibían de ella amor y algún trozo de pan, la gente que tocaba su puerta, que convertía en afectos incondicionales, como amores de toda la vida...
Cuando le conocí, hacia el año 81, le pregunté sobre ese cuidado de devolver la bolsa de pan a su estado original, de sanar sus arrugas, en vez de simplemente desecharla y echarla a la basura, ella me contestó: “Es que esa bolsa no me ha hecho ningún daño, no puedo tratarla así...”. Así era Tomasa. Más que poeta, vivió en un estado poético, de gracia. Parecía un ángel dispuesto a sanar palabras, personas, objetos.
El poeta Freddy Ordaz, describiría también con estas palabras sobre su vida y personalidad, en un artículo publicado en grupolipo.blogspot.com: “Tomasa Ochoa, nacida en un rincón de las montañas de Montalbán, occidente de Carabobo, el mes de enero de 1915, oscilaba su pulso del silencio siglo. Ella creció con el siglo, de tranvías y vino tinto, diepuesta a contarle su vida a quien quisiera escucharla. Esa poetisa, joven labriega de imagen voladora, que recogía flores silvestres, alguna veces bajo la pertinaz lluvia, acompañada de arco iris y cantos de aves. Habitó en esa comarca poblada de naranjales que perfuma los aires y las faldas del cerro La Copa”.
Terroncito de tierra dura
Tomasa nació el 15 de enero de 1915, en el pueblo de Montalbán, en la vía hacia Bejuma, estado Carabobo. Aunque residió en varias ciudades como Maracaibo y Cumaná, acompañando a su esposo telegrafista y finalmente en Valencia, siempre añoró “ese terroncito de tierra dura” que nunca debió dejarle ir, como escribió.
Y es que pese a estar inmersa en la ciudad, Tomasita, como la nombra la escritora Laura Antillano, parecía como recién llegada de ese universo sencillo, de ese “cielo siempre limpio, con nubes que parecen pintadas con creyones prima-color, una placita en el centro, una gente que se quitaría la camisa para regalártela si a ti te gusta”, en palabras de Laura.
A la escritora, en una entrevista publicada en la revista Pandora de El Nacional, hace varias décadas, le explicaba que luego de morir su esposo, “un hombre leído”, fue que comenzó a escribir, a valerse sola. “Quería escribir, hacer cosas bonitas, cosas que me gustaran, era como unas ganas, un 'impulso'”. (...) Siempre pongo la verdad en esos poemas, en todo lo que hago, me hace feliz hacerlo, me llena. Yo los llamo los disparates, escribo mucho cuando estoy triste, son mis pensamientos”.
Y entre esas cosas bonitas, Tomasa también transitó los caminos de las artes plásticas. Participó en varias exposiciones artísticas en los estados Carabobo y Aragua y sus obras fueron admitidas en tres ocasiones en el Salón Michelena, el salón más antiguo del país.
Mucho antes de morir, su poema “Sepulturero” (en Páginas en el espacio, 1981), es la antelación de su epitafio: “Navegando en agonía / esclava de mis andares,/ rompí camino al final / y me iba capeando la tierra. / No sé que quiso decir. / Aunque no le di respuesta / sé que deben bajarme. / quiero sentir allí los inviernos / y saber de lo que hablan las noches”. De seguro también la noche le susurra palabras luminosas, como fue su vida.

Obra poética
Tomasa Ocha es autora de varios volúmenes de poesía: Canto Uno (Montalbán), Mi canto es del viento (Separata, 1981), Páginas en el espacio (Ediciones del Gobierno de Carabobo, 1991) y Viento de sequía sobre el arado (Ediciones del Gobierno de Carabobo, 1996). Valdría la pena, para difundir su obra, desconocida para muchos, que se reeditara su trabajo poético en una edición de alcance nacional.

QUERELLAS A MI PUEBLO

Aquí me tienes

mi terroncito de tierra dura

vengo a contarte algunos recuentos

de mi desenvolvimiento.

No te pongas triste

si es que me ves llorar.

Es que hay algunas frases que zapatean

en lo agudo de mi garganta

sin poder brotar,

porque son duras

tienen espinas y suelen mi voz hincar.

Ay, si supieras cómo me han tropeado

las otras tierras.

Es que nunca has debido dejarme ir.


(Mi canto es el viento, 1981).



Eclipse '91


Vé y dile a Gabriel

que transité por un paraíso sin luz

y muchas veces fui quemada.


Ya me ves, escaleras arriba

doblada de cicatrices.


(Viento de sequía sobre el arado, 1996)