Gracias a Gabriel Impaglione, poeta argentino radicado en Italia, quien lleva el blog revistaislanegra.fullblog.com.ar y coordina el Festival La Palabra en el mundo, por traducir al italiano un texto de mi autoría, del libro Ser de Viento, incluido en la compilación Como Arena publicada por Monte Ávila Editores, para una "Piccola antologia di poeti latinoamericani", insertada en http://www.margutte.com/?p=7298, revista online de literatura.
viernes, 18 de septiembre de 2015
viernes, 10 de abril de 2015
La casa interior
La casa es este sitio que amasan mis manos,
apenas un espacio tibio dentro de mi corazón donde puedo acurrucarme y rodearme
con mis brazos. La casa es un baúl donde cabe mi risa, la de aquella niña rubia
que jugaba con su hermano al fondo de su casa, de castillos y príncipes de
reinados remotos. Donde está aquel llanto desconsolado del día de mi bautizo
porque me dejaron olvidada encima de una mesa, quizás solo segundos, un siglo
para mí. Es el lugar de mi silencio, donde acontece mi paz, mi sosiego interior,
la calma para encontrarme conmigo misma, para hallarme. Donde está mi madre
acompañándome en las noches, conjurando mis miedos; donde mi padre guarda sus
listones, el serrín y la divertida viruta metálica que salta en el imán. Donde
habita este amor que me colma y me proteje. Donde mis amigos hacen fiesta y se
escucha la voz de Leyma, de Ana María, de Fabiola, de Jorge, de Petra, de
tantos… Donde mis hermanos y yo compartimos la escasa comida de entonces o el
divertido y abundante encuentro de los años más cercanos. Donde habita Dios en
el señorío de mi vida.
7-9-2007
domingo, 22 de marzo de 2015
¿Hay vida?
“¿Hay
vida?”, preguntó el hombre en las escaleras hacia el Metro y quien lo
acompañaba hizo un largo comentario, desilvanando la inquietud.
¿Hay
vida?; la indagación de todo el planeta cuando el hombre pisó la superficie
agujereada del pequeño satélite, que todavía alienta misiones, fuera de este
punto minúsculo de la vía láctea dónde habitamos.
¿Hay
vida?, se preguntó Pasteur cuando intuyó que diminutos seres habitaban en las
manos de los médicos, capaces de llevar vertiginosamente a la tumba a las parturientas, muertes que se sucedían unas
tras otras, que luego se supo eran los microbios. El sencillo gesto de lavar
las manos antes de las cirugías y de todo acto médico evitó mortandades.
¿Hay
vida?, se dijo a sí mismo el moribundo ante su inminente adiós, con la angustia
de quien ya no poseía la certeza de un futuro, de si su alma merecería el cielo
de los justos o el ardor eterno de quienes cometieron las equivocaciones
humanas.
“¿Hay
vida?”, fue la pregunta que hizo un hombre de mediana edad a otro, en el Metro,
mientras las masas se agolpaban camino a la escalera, asfixiadas. Ellos no hablaban
de ninguna de esas vidas. Era un argot. Aludían a un negocio posible, dinero de
por medio, una transacción a lo mejor de dudosa reputación, quien sabe... “¿Tendré
vida, hoy?”, me pregunto, mientras termino de subir la cuesta a lo cotidiano y
me sonrío ante la compleja sencillez del lenguaje.
8
de julio de 2012
Foto: AVN
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