Los Reyes… malos
A Marcos Ignacio Maracara Spinella
La Navidad y toda la extensión de
la fiesta que se inicia en el Adviento, tiene como protagonistas o principales
destinatarios, a los niños, para quienes es realmente mágico el hecho de que
unos días se consagren a la alegría y sobre todo a los regalos, que ellos
esperan con ansias. Con el paso de los años, quienes formamos el batallón de
los adultos, contemplamos con verdadera ternura esa manifestación de los más
pequeños y así se nos vuelve a hacer patente la presencia de ese niño Jesús que
renace repartiendo esperanza. Regalos sencillos o sofisticados, gestos
inmateriales de cariño, comida especial que en estas latitudes se expresa con
hallacas, bollos, pan de jamón, torta negra, pernil, según el bolsillo y gustos
de cada quien; aguinaldos, villancicos, parrandas, gaitas, todo se suma para
hacer de las fiestas decembrinas un evento realmente especial.
Con la llegada de enero, tal
espíritu comienza a diluirse y comenzamos lentamente (o drásticamente, según
quien sea) a incorporarnos a la rutina diaria, pero se asoma, sin embargo, otro
día de fiesta, una segunda oportunidad, diría yo, para el regalo que no se hizo
presente en la Nochebuena (hay que aclarar que es así en Venezuela y toda
América Latina, creo, porque en España, por ejemplo, los regalos los dan los
Reyes Magos y en Estados Unidos y otras naciones del orbe lo hace Santa Claus,
Papa Noel o San Nicolás. Cuando yo era niña, el modesto regalo que nos tocaba
por estas fechas nos los traía el Niño Jesús el 24 a la medianoche (si uno
estaba dormido, porque si se despertaba, no había regalo; una regla que sin
embargo Mauricio, el menor de mis hermanos y yo, intentábamos romper, pero que
nunca podíamos: ver al niño, que como ángel venido del cielo, nos traía los
regalos, porque siempre terminábamos dormidos). Pero luego, para el 6 de enero,
venían los Reyes Magos con otra oportunidad, quizás allí si estaba el regalo
soñado, el que faltó o un complemento. Entonces colocábamos los zapatos cerca
del nacimiento y el arbolito color plateado que estuvo por años en casa, bajo
las instrucciones de nuestra madre Isabel y a la mañana siguiente, ¡sorpresa!
Pero hay que decir que mamá-Reyes Magos, aprovechaba este momento para hacer
gala de su humor para conjurar la escasez: dentro de los zapatos aparecía una
cebolla,o un pan duro y a lo sumo, un “fuerte” (una moneda de 5 bolívares de
entonces). Primero era como un balde de agua fría y luego nos reíamos de estos
reyes tan simpáticos, tan echadores de broma ellos, que venían de tan lejos a
poner cebollas en nuestros zapatos, pese a que se decía que eran ricos y traían
oro, incienso y mirra.
Pasados los años, muchos años, mi
sobrino Marcos Ignacio, con unos tres años creo, como sus padres son ingenieros
y él pasaba el día entre objetos de construcción, máquinas, palas, obreros, etc,
llegada la Navidad y el momento de hacerle la carta al niño Jesús, pidió lo
siguiente: “Niño Jesús, quiero una pala, una carretilla y un pico”. Bueno,
demás está decir que nos reíamos mucho de tal petición (a sus espaldas claro
está) y cada vez que iba alguien a visitarlo, le pedíamos que le preguntara qué
le iba a pedir al niño Jesús y él invariablemente decía: “una pala, una
carretilla y un pico”. Claro, como era pequeño y se podía hacer daño con esos
objetos de tamaño para un adulto, él quería unos para él, con los que sí
pudiera jugar. El problema fue conseguir la pala, la carretilla y el pico… Lo
que primero fue risa, luego fue una complicación. Al final sus padres obtuvieron
una pala pequeña, una carretilla de adulto pero ligera y no tan grande, pero el
pico la verdad que era algo peligroso. La mañana en que abrió los regalos sus
ojos brillaron cuando destapó el primero y vio la pala, luego la carretilla…
¿Pero y el pico?, preguntó. No había
pico, tuvo por respuesta. Entonces a todo el mundo le decía: “El niño Jesús, no
tiene pico”. En fin, era un regalo tan sencillo y no tenía pico este hijo amado
de nuestro Señor. Mi amiga Magali, a quien le narré la historia, cuando me preguntaba
por él, no lo hacía por su nombre, Marcos Ignacio, sino que me preguntaba: “¿Y
cómo está el Pala-pico?”.
Él estaba feliz con su carretilla
y su pala, pero cada cierto tiempo se acordaba y me preguntaba: “¿El niño Jesús
no tiene pico?” Entonces, a sabiendas
que mi hermano Marcos y su esposa María, estaban tratando de resolver lo del
pico, yo me acordé de la segunda oportunidad de los Reyes Magos y le dije: “Mira,
hay unos Reyes, que son magos. Ellos también traen regalos. Dile a tus papás
que le digan a los Reyes Magos que te traigan el pico”. Entonces él, con su
mayor cara de asombro, me preguntó: “¿Los Reyes Malos?”, ¿Le pido el pico a los
Reyes Malos?”. Fue difícil explicarle que no eran malos, sino magos, pero de
todas maneras para él no era tan importante la distinción, lo importante es que
le podrían traer el pico. Ya no recuerdo si estas majestades trajeron el pico,
creo que poco tiempo después llegó el susodicho instrumento. Pero igual, cuando
se acercó enero 2016 y la fiesta de los Reyes Magos, me acordé del Pala-Pico y
sus requerimientos.
Carmen Isabel Maracara
6-1-2015