Revisando escritos, encontré esta entrevista que realicé en 2011 y nunca llegó a publicarse. Hoy el Abuelo Ángel tiene 85 años y más de 3000 poemas en su haber. Ha sido un verdadero privilegio conocerle y cultivar una amistad. Con grandes dificultades económicas, continúa, sin embargo, siempre con una frase de aliento en cada encuentro
Por Carmen Isabel Maracara / Foto: Reinaldo Poleo, cortesía de Ángel Tortosa
“Me llamo Ángel Gerónimo Tortosa Bello, pero me dicen El
abuelo Ángel. Soy hijo de Gregorio Facundo Tortosa y Teolinda Bello de Tortosa.
Nací en una hacienda de la
Caracas de antaño, el 30 de septiembre de 1930, en La Guairita. Allí pasé
poco tiempo, porque mi papá se mudó a un sitio que llamaban El Paraíso, que es
donde está Altamira… Cuando era joven me agradaba muchísimo oír poesía, sobre
todo de un declamador llamado Luis Edgardo Ramírez, quien estaba considerado
entonces una gloria de la declamación, en aquel tipo de poesía que más o menos
es la que yo hago. A mí y a la mayoría de la gente le encantaba esa poesía; en
ese tiempo, las canciones eran poemas con música. Creo que se fue anidando en
mi mente eso de la poesía. También iba mucho al cine mexicano, argentino, pero
sobre todo el mexicano, que se puso de moda con esos cantantes; la música de
ellos tuvo la suerte de cuajar en toda la América y en Europa. Todavía la oigo y la aprecio
mucho. Yo trabajaba como un animal, en cuestiones que hoy día, si volviera a
nacer, no las haría; trabajé en mataderos, por ejemplo. Pero a mí me gustaba
cantar; lo hacía para mí mismo, cuando iba manejando mi camión. Creo que nací
con eso. Pero fueron pasando los años. Nunca tuve la intención de escribir. Cuando
cumplí 70 años, más o menos, en el año 2000, un día vi a un señor, un hombre
viudo que siempre andaba muy pulcro y le digo: ‘Oye, vale, tú siempre estás muy
arreglado’. Nos reímos del asunto y llegué a la casa y escribí mi primer poema,
El abuelo presumido”.
“Grabo mis poemas con mi equipito, le pongo música de
fondo y luego se los llevo a un amigo y me los graba en un CD y hago copias en
la computadora. He batido récords, estoy seguro, de poemas grabados en mi voz,
tengo un promedio de 600 en total. Creo que en ninguna parte del mundo existe
un abuelo que haya grabado tanta poesía, en su voz, en su casa y que queden
bien los discos. No piense que soy pretencioso porque diga eso, sino que Dios
me dio la dicha de hacer esto”.
“Antes escribía mis poemas en una máquina de escribir
viejita, ahora aprendí a hacerlo en la computadora. Lo de la computadora es una maravilla, yo escribí incluso un
poema que se llama Mouse, y otro
titulado El mundo del Internet; allí
he oído mis canciones y artistas antiguos”.
“Mi primera aparición pública, leyendo mis poemas, fue en
la escuela Ricardo Zuloaga, en los Chorros, donde estudiaba mi nieto. En la radio comencé hace como ocho
años, en Radio Sensación, en un programa conducido por Miguel Ángel Fuentes, ya
fallecido. Así fue como comencé a escribir y escribir, hasta que me he
convertido en un esclavo de la poesía. He descuidado hasta mis cosas que tengo
que hacer. Fíjate que me voy a rasurar, de repente me viene una idea y salgo,
agarro un paño y vengo a escribir una frase. A estas alturas tengo 1108 poemas.
En Inager también me publicaron un libro, y en el canal Vive, en un programa que se llama Fuente Viva, me hicieron uno que
se llama El abuelo de la poesía. La editorial El Perro y la Rana, del Ministerio de la Cultura, me publicó
recientemente un libro que se llama Los
poemas del abuelo Ángel. También estuve una vez en el Festival Mundial de
Poesía. Participo en actividades culturales del teatro Cantv, la Casa de la Diversidad en la Quinta Micomicona
y en la Fundación
Bigott”.
“A veces me da susto, y me digo: ‘Dios mío, ¿pero por qué
me he vuelto adicto a esto?’, me preocupo porque le dedico mucho tiempo. Es que
después de los 70 años en adelante cualquier cosa puede ocurrir. Entonces uno
trata de sacarle el jugo, lo máximo. La ventaja de esta poesía, que no es
moderna para nada, es que la gente, las masas, la entienden. Es como las
canciones, esas enredadas, que no las oye nadie, pero sigue habiendo un gentío
que escucha Noche de ronda, y todos
la tararean. Eso me ha favorecido, así como mi edad. Yo voy al teatro Cantv
casi todos los fines de semana, y cuando la muchacha dice: ‘Nuestro invitado
permanente, el abuelo Ángel’, la gente aplaude. Me siento feliz de haber
logrado que la poesía le guste a otras personas”.
“Uno tiene más interés de aprender que cuando joven y eso
vale mucho. A la gente de mi edad les diría que si aprenden a tocar un poquito
el cuatro, por ejemplo, les mejora su vida, como si aprenden a hacer alguna
artesanía, pintura. Que traten de ser lo más útiles posibles, para sí mismos y
para los demás. Yo me siento que valgo, que sirvo, sobre todo uno de los
grandes pagos que tiene un artista, llámese artista, declamador, lo que sea,
como lo es el aplauso. El aplauso es algo divino. Yo tengo un poema que en una
de sus estrofas dice: ‘Con el dinero de aplausos, le compro alimento a mi
alma’.
“Lo mío es totalmente desinteresado, no me he ganado un
bolívar con esto, he gastado sí miles de bolívares de lo poco que gano porque
tengo gastos: compré la computadora, la impresora, los Cd, papel, tinta, pero
lo hago con gusto… Es como si estuviera trabajando para un paraíso, para un
jardín, sin cobrarle nada”.