miércoles, 25 de enero de 2012

La morada destellante de Silva Estrada

Autor de una importante y densa obra, fue una de las voces fundamentales de la poesía venezolana del siglo XX


Texto: Carmen Isabel Maracara

Antes de partir


No te detengas a mirar
Estas sábanas en desorden
Y ese vaso
Donde tantas veces uno ha bebido
Busca más bien
Los horizontes que puedas tejer como estambres
Los pájaros que comen sobre los hombros de los ciegos
Y esa ruta que te lleve
como una escritura.

(Alfredo Silva Estrada)





La palabra fue su morada más cierta. Él, que habitó los entresijos del lenguaje, nunca lo hizo para recrearse en sí mismo, como ego en altivez, sino como su única y personal opción: habitar el poema en el mismo acto de habitar la vida.
El ars poética de Alfredo Silva Estrada se construyó en el desbrozar los misterios cotidianos, develar los gestos íntimos que convertían en deslumbramiento todo lo que para otros era simple transcurrir. Percibir, en sensualidad corporal, con todos los sentidos, el mundo que acontecía; apresar el instante en su llamarada y pasearse desde allí, como afirmó en una entrevista concedida a Milagros Socorro, por “’los grandes lugares comunes del ser humano’: el amor, el júbilo, la conciencia de la muerte… sentimientos universales que siempre quedan por decir y que cada poeta, individualizándolos, los pronuncia con la intensidad de una primera vez”.
Autor de una densa obra poética que incluye al menos 16 libros –como De la casa arraigada, Del transpaso, Acercamientos, Los moradores y La palabra transmutada, entre otros- , recibió en 1981 el Premio Municipal de Poesía, en 1997 el Premio Nacional de Literatura y en 2001 el Gran Premio Internacional de Poesía de la Bienal de Lieja (Bélgica), una distinción que comparte con grandes de la palabra como Giuseppe Ungaretti, Saint-Jhon Perse, Roberto Juarroz y Jhon Ashbery.
Aún con estos reconocimientos y una reconocida misantropía, Silva Estrada no perdió nunca su sencillez y la posibilidad de contactarse con los otros y así entre los encuentros a los que asistió se encuentra uno particular: un homenaje a él y su obra realizado en 1991 en San Diego, un pequeño pueblo colombiano ubicado a media hora de Valledupar, en el que según un reportaje escrito por Gonzalo Márquez Cristos y Ampario Osorio, publicado en 2010 en la revista Común Presencia, asistió con su esposa y compañera fiel Sonia Sanoja –bailarina y coreógrafa venezolana-, para sorpresa de los mismos convocantes. Allí, narran los escritores en función de periodistas, compartió con el legendario compositor de vallenatos Leandro Díaz, varios poetas grancolombinos y jóvenes escritores venezolanos que le acompañaron.
En esa ocasión y ante las interrogantes de Gonzalo Márquez Cristos y Ampario Osorio, comentó sobre su perenne búsqueda de la esencialidad, que incluía a la par el mundo que le rodeaba y el lenguaje: “El origen nos busca, lo buscamos en cada poema como el único lugar habitable que al mismo tiempo se torna elusivo. ‘Todo lo oculto en los roces/ en las claves de impulso el origen destina esta unidad fugada para siempre’, digo en Instancias del polvo; pues en esa búsqueda incesante de lo originario, la retrospección nos abre un espacio de su utilización; entonces el origen está en todas partes y en ninguna”.




Largo transcurrir
Alfredo Silva Estrada nació en el 14 de mayo de 1933 en Caracas, en una casa que ideó y mandó a construir su padre, Pedro Vicente Silva, ubicada en la Urbanización El Conde. El progenitor, vinculado al mundo del comercio, no desdeñó tampoco las letras y en cuanto el futuro escritor culminó sus estudios de filosofía en la Universidad Central de Venezuela, en 1957, lo envió a Italia, lugar donde cultivó su amor por los idiomas, en este caso el italiano y realizó estudios de Historia del Arte.
Luego de egresar de las aulas de la UCV, marchó a París para realizar estudios de postgrado y allí tuvo la oportunidad de conocer de primera mano la obra de importantes escritores franceses a los que tradujo al castellano tales como Fernand Verhesen, René Char, Paul Valéry, entre otros. La lectura, en edición bilingüe, de Las Iluminaciones de Rimbaud le abrió las puertas de la traducción, una labor que también volcó en un programa sobre poesía que realizó durante casi 20 años, desde 1965 a 1982, en la Radio Nacional de Venezuela, llamado “Homenaje”.
Aunque vinculado afectivamente con sus compañeros de generación, Alfredo Silva Estrada nunca participó en ninguno de los grupos literarios de entonces como Sardio, Viernes o el Techo de la Ballena. Se marchó el 15 de octubre de 2009, a los 76 años, a sabiendas, no obstante, de que “no es tan última la ceniza”.


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