R: Carmen Isabel Maracara. Foto: AVN
El 25 de febrero de 1975, con 31 años recién cumplidos, Hugo Achugar llegó a Venezuela. Con tres libros de poesía publicados en su país natal, Uruguay, y dos premios obtenidos, “era una joven promesa”, cuenta sobre sí mismo, pues allí la juventud “dura hasta los 45 años”. En forma instantánea, se hizo viejo. Pero en esa inesperada vejez del exilio, comenzó a fraguarse una densa experiencia que dio lugar a muchos alumbramientos como lo fue su participación en la creación del grupo literario Tráfico; el nacimiento del Celarg, así como su paso en las aulas universitarias en las escuelas de letras de la Universidad Central de Venezuela y la Universidad Católica Andrés Bello.
Hoy, Hugo Achugar –poeta, narrador, crítico, docente e investigador, es director nacional de cultura de la República Oriental del Uruguay y vino al país recientemente con motivo de la 8va edición de la Feria Internacional del Libro, la que tuvo como país homenajeado esta nación sureña. Para Achugar, sus casi 10 años en el país, fueron el fermento de mucho de lo que actualmente lo conforma.
- Cuando usted vivió aquí fue docente, investigador, participó en varias instituciones culturales… Dentro de su gestión actual en la cultura institucional de su país, ¿conserva una impronta de su estadía en Venezuela?
- Por supuesto. Ayer hubo un panel en torno al tema de la fundación Celarg, de la cual fui parte. La institución comienza en noviembre-diciembre de 1974 y yo me incorporo en febrero de 1975. Soy cuasi fundador. Durante mi estadía en Venezuela, aparte de mi labor docente, ejercí como investigador, y la experiencia del Celarg en ese sentido fue fundamental, no solo por lo interdisciplinario, sino por toda la gente que pasó allí. Fue un espacio de pensamiento libre y sin ningún tipo de censura, donde nos confrontábamos. Era un trabajo en equipo y de intercambio de ideas muy fecundo. Y cuando yo digo, nací en Uruguay, y Venezuela me hizo, me estoy refiriendo en parte importante a esa experiencia, además de lo afectivo, de todos los amigos que me hicieron amar a Venezuela y descubrir América Latina. Siempre cuento que yo venía de Montevideo, del Cono Sur y no tenía una idea de lo que era verdaderamente esta región. En Venezuela descubro o aprendo a conocer a América Latina.
- Se acaban de realizar algunas coediciones entre Monte Ávila y la editorial Trilce de Uruguay que se bautizaron en la Filven, entre ellas su novela Falsas memorias. ¿Esto va a ser el comienzo de un intercambio cultural más dinámico?
- Sí, esperamos que así sea. Se hizo una reunión entre los dos ministerios de Cultura y los ministros acordaron, junto con los embajadores, una serie de temas para un acuerdo bilateral, que entiendo que va a ser discutido en la próximas semanas con la llegada del vicecanciller uruguayo Conde, y las autoridades venezolanas.
- ¿En cuáles áreas?
- Hay un punteo muy concreto en temas de música, como el Sistema Nacional de Orquestas que dirige José Antonio Abreu, así como el Centro Nacional del Disco (Cendis), con lo que son las usinas culturales en Uruguay, estudios de filmación y grabación de audio que se instalan en distintas partes del territorio nacional y también en cárceles y hospitales. Vamos a ver las posibilidades de diálogo y de intercambio con la experiencia del Cendis. Después hay temas de museos, de intercambio de escritores, con la Biblioteca Nacional, Biblioteca Ayacucho, así como en educación porque en Uruguay el ministerio es de Educación y Cultura.
Blanca Luz Braum: de fábulas y verdades
- Quería preguntarle sobre su novela Falsas Memorias, cómo se interesa por la poeta Blanca Luz Braum, ese personaje tan controvertido que terminó siendo pinochetista. ¿Cuál fue el proceso de este trabajo narrativo?
- En realidad empecé a interesarme por la obra de un poeta vanguardista, peruano-uruguayo, Parra del Riego, un ultraísta,y buscando información me encontré con algunos de los libros de testimonios o memorias de Blanca Luz Blum. Me empiezo a fascinar con ella, porque es un personaje, por su vida particular. Independientemente de todo, ella tiene un espíritu de libertad como el de Frida Khalo, Magda Portal, la peruana, como lo tuvieron tantas. Empecé a indagar y de pronto me encontré con los documentos contradictorios. Trabajé su archivo de cartas; las que están en la novela son reales. Comienzo a escribir y en determinado momento, el personaje me gana, pero ese personaje que va creciendo en mí. No sé si es ella, es mi personaje.
“Eso se vincula con todo un tema que teóricamente me interesa mucho y me continúa interesando, sobre cuál es el valor del documento en la historia, en qué medida el documento es verdadero o no. Si la memoria, la historia, el recuerdo y el mal recuerdo son verdaderos. Por eso el juego de un supuesto texto biográfico. Volví loca a mucha gente, coloqué algunas notas a pié de página. Esto ya lo hizo Miguel Barnet con Biografía de un cimarrón, en el sentido de que usaba las notas a pie de página como un documento de validación, pero también fue un recurso de Borges, quien empleaba las notas como mentira. Algunas de mis notas de a pié de página son rigurosamente ciertas y otras son rigurosamente falsas.
- Entonces surge un intercambio de realidad y ficción, en la que el autor y los referentes se disfrazan.
- Claro, aparecen en la novela. Mi esposa está mencionada como una fuente de autoridad, o libros que no existieron, y que yo invento. Esta discusión quizás está muy influida por un teórico italiano que a mí me importó mucho, Carlos Ginspurt, un historiador que tiene un libro Retórica, verdad y prueba, donde precisamente discute como historiador y desmitifica la fetichización que se hace a veces del documento, de las fuentes. La novela juega con eso y con algo muy humano: uno, con el tiempo, reconstruye su historia a su manera. La memoria nunca es absolutamente fidedigna. Por eso, aunque la novela es sobre Blanca Luz, eso es indiscutible, se llama Falsas Memorias.
Achugar, de regreso a su país, hacia el exilio que también es su partida de Venezuela, sabe que el hogar es un tránsito, que hay un país donde los yesqueros continúan alumbrando, brevemente, alguna oscuridad, además de encender cigarrillos y que se amanece de bala y si no, se manda todo al carrizo.
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“Venimos de la noche y hacia la calle vamos”
Durante su estadía en la Filven 2012, el escritor uruguayo participó de un encuentro-recital con algunos integrantes del grupo Tráfico, como Miguel Márquez y Rafael Castillo Zapata. Aunque no fue firmante de su manifiesto literario, sí suscribía la declaración de principios de esta agrupación, que buscaba renovar con nuevos alientos la poesía que se escribía entonces, invocando una vinculación mayor con el Otro y el país.
“Fue un momento especial, un golpe, una inflexión. Era como sintonizar con hechos que estaban pasando en el resto de América Latina. Pero también el grupo Tráfico reconocía raíces, no planteó cortar con todo, no. Había un diálogo, tanto en Tráfico, y también en alguna gente del grupo Guaire, con lo que se estaba haciendo en América Latina, pero también con lo que algunos poetas habían hecho en Venezuela, como Víctor Valera Mora, por ejemplo. Eso es clarísimo. Hay textos suyos, libros, que fueron referencia, como Amanecí de Bala. Estoy pensando también en Miguel Hernández, pero también en Luis Enrique Pérez Oramas, su diálogo con el bolero y con la salsa. Y Rafael Castillo hace ese espléndido ensayo titulado Fenomenología del Bolero. O el diálogo con la intimidad que uno puede encontrar en Yolanda Pantin o de otro modo en la poesía de Igor Barreto, que recupera esa cotidianidad del llano. Podría ir nombrando uno por uno, Leonardo Padrón, todos, y Armando Rojas Guardia, que también se vuelve una referencia, porque es un poco el padre.
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Las muchas patrias
Ante la pregunta si con su regreso a Uruguay concluyó su exilio, el escritor arguye que aunque en lo personal sí, existe una fractura por sentimientos divididos. “Hay un narrador norteamericano, Thomas Wolfe, que dice que uno nunca vuelve a casa; una vez que se va, no se regresa más. La fractura que significa el exilio no se termina de curar. El otro día me descubrí, antes de ayer, aquí en Caracas, descubrí que hace tiempo que en Montevideo pedía un yesquero y algunos jóvenes no me entendían. Entonces me decía, “Hugo, ¡qué viejo que estás!”, porque yesquero en Uruguay es un arcaísmo. Pero ahora que volví por la Filven y fui y pedí un yesquero, me di cuenta que lo que pasaba es que estaba hablando en venezolano… En mi léxico hay expresiones venezolanas que están presentes. En la lengua uno puede ver las capas geológicas de lo que uno ha sido en la vida, pero además de los lugares o las hablas que ha hecho suyas.
Hola Carmen Isabel! Ahora estoy en Montevideo. Intento ubicar a Hugo Achugar en esta ciudad minima ( principado o Ciudad-Estado) sin éxito hasta ahora. Abrazos...
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